El reloj marcaba las seis y media cuando Irene con cierta velocidad aparcó frente a la finca. Tenía media hora para cruzar el camino de la muerte, (esto lo piensan todas las amantes de las sandalias con taconazo), era una camino de grava, saludar a las tías, admirar la decoración floral y, sobre todo, estrenar sus nuevas sandalias, sandalias nunca antes puestas, pero con algunos cambios respecto a las anteriores ( Irene ya tiene a su espalda algunas fiestas), lo primero nada de pedrería esta vez: solo cuero suave y lo segundo un tacón cómodo que prometía aguantar hasta el último remix. ¡Ella es la reina! en la boda anterior acabó descalza a los pies de la barra, aprendió la lección.
Esta temporada las pasarelas han dictado sentencia: el brillo se vuelve satinado y los adornos se reducen a sutiles nudos o tiras finas que acarician el empeine. El minimalismo manda, pero con guiños divertidos: tonos metalizados pastel, tacones block discretos y puntas cuadradas que dejan respirar los dedos. El resultado es una sandalia ligera, tan versátil que combina con un vestido satén y también con el traje de pantalón que media familia juzga demasiado moderno.
La de Irene entró en el banquete como Pedro por su casa, mona como nunca, en sus pies plantilla acolchada (espuma de la buena, como diría la abuela), suela antideslizante y un tacón de seis centímetros que ni pincha ni corta cuando te aventuras en la pista de baile. El maestro de ceremonias anunció un vals y allá fue ella, girando con soltura mientras su prima Julia entre regañadientes vio que las suyas —con más pedrería que un árbol de Navidad— ya le estaban pidiendo la paz.
Entre copas de cava y fotos con filtro dorado, Irene se dio cuenta de otro detalle trendy: la tira trasera elástica permitía ajustar sin sacrificar elegancia. Gracias a ese pequeño invento evitó el clásico «chancleo» que delata a los tacones rebeldes. Cuando sonó el pasodoble, incluso el abuelo la invitó a danzar; sorprendido, comentó que esos zapatos de fiesta «no hacen ruido al pisar». Ella alzó una ceja. Y dijo, abuelo, tecnología silenciosa 2025 y los dos rieron.
Avanzada la madrugada, alguien liberó al perro del novio y el can decidió que las sandalias de Irene eran su nuevo juguete. Ni un arañazo. El cuero metalizado, con tres capas de barniz, resistió la embestida canina y los chistes de los testigos. Julia, en cambio, perdió un cristal de su sandalia joya; ahí quedó, brillando en el suelo como recuerdo de la vieja escuela.
Camino del coche, Irene sacó cuentas rápidas. Sus sandalias costaron 130 €, pero ya sabía que las llevaría a un bautizo la boda, dos comuniones y la graduación de su sobrino. A veintitantos euros por evento, una ganga comparada con la manicura que se le había agrietado tras descorchar botellas. Sonrió: había seguido la tendencia sin hipotecar sus pies ni su tarjeta.
¿Moraleja? Este año las sandalias de fiesta se visten de minimalismo inteligente: tiras delicadas, tacón block medio, plantillas mullidas y colores metalizados suaves que atrapan la luz sin competir con tu vestido. Ven a probártelas: quizá descubras —como Irene— que el secreto de la elegancia está en poder bailar hasta el amanecer… sin buscar tiritas de emergencia.
En resumen: Este 2025 celebra la comodidad con estilo: materiales suaves (ante, PVC flexible), plataformas estables y tacones sensatos; pero añade guiños divertidos (jelly nostálgico, prints felinos, metalizados pastel). Piensa en mezclas high-low: flip-flop de tacón con traje fluido, flatform sporty con vestido lencero o clogs de madera con falda midi.
Así, tu escaparate o tu armario estarán listos para cualquier plan de primavera-verano sin renunciar a la tendencia. ¡A lucir pies!.







